Las joyas no solo nos complementan, empoderan y nos dan confianza cada día, sino también son parte de nuestras vivencias, de nuestra historia y de las de las mujeres de las que las heredamos, tejiendo una red de experiencias perpetuas.
Una de las formas más profundas en las que las mujeres se conectan a través de las joyas es mediante la herencia. Un anillo, un collar o unos pendientes que pasan de madre a hija, de abuela a nieta, un objeto de valor otorgado que mantiene la historia familiar viva. La entrega de estas suele ir, en muchas ocasiones, acompañada de anécdotas, creando momentos de intimidad que generan nuevos y valiosos recuerdos.

¿Recuerdas comprarte una pulsera a juego con tu mejor amiga para representar vuestra amistad? Las joyas compartidas, compradas en par, o con algún símbolo que conmemora vuestra unión, actúan como recordatorios de relaciones especiales, evocando sentimientos de pertenencia y de sororidad.


En sociedades antiguas, las joyas podían ser un símbolo de poder o de estatus social. Las mujeres que formaron parte del movimiento sufragista utilizaban las joyas como símbolo para promover su causa y como apoyo a la lucha por el derecho al voto de las mujeres. Hoy en día, se preserva ese espíritu cuando escoges tus complementos antes de una entrevista de trabajo o cuando necesitas un impulso en tu autoestima en un día importante.
Escoger una joya duradera, que una mujer antes que tú lució, es prolongar un legado de apoyo y perseverancia femenina. Cuando compartimos nuestros logros, nuestras experiencias y esos objetos que nos han hecho caminar con más confianza, creamos lazos invisibles que nos unen más allá del tiempo.
Artículo escrito por:
Isabel Hernández Cabeza - Responsable de Logística y Atención al Cliente